domingo, 30 de septiembre de 2012

EL TRÁGICO HECHO DE CONTRISTAR AL ESPÍRITU SANTO

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. Efesios 4:30

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En cada acto divino el Espíritu Santo está presente ejecutando la Palabra de Dios y llevando a fiel cumplimiento los eternos designios que se gestaron en el seno de la trinidad. Estuvo presente en la creación; en la encarnación, ministerio y resurrección de Cristo; en el nacimiento y expansión de la iglesia; y en la actualidad ejerce el maravilloso ministerio de enseñar, guiar, consolar, edificar y preparar a la iglesia para la venida del Señor.

No se requiere mayor esfuerzo para darse cuenta que la iglesia actual es totalmente distinta a la iglesia del primer siglo en todos los ámbitos: gobierno, adoración, vida comunitaria, dones espirituales, predicación, consagración y servicio. ¿Qué ha marcado la diferencia? La iglesia primitiva era una iglesia saludable que se caracterizaba por vivir sometida al señorío de Cristo; por contar con una genuina llenura del Espíritu Santo y una exuberante manifestación de poder, señales, milagros y prodigios que le acompañaban en la predicación de la palabra de Dios. Era una iglesia santa, guiada y controlada por el Espíritu Santo, que ejercía su papel de ser sal de la tierra y luz del mundo, y que tenía plena conciencia de que estaba de paso en este mundo.

martes, 18 de septiembre de 2012

EL HOMBRE DE DIOS

“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” 1 Tim.6:11


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"A.W. Tozer - Un Hombre de Dios". Así dice en forma sencilla el epitafio grabado en la tumba de Aiden Wilson Tozer (21 de abril 1897- 12 de mayo 1963) reconocido pastor cristiano estadounidense, predicador, escritor, editor de revista, y conferencista bíblico.

No hay un título con mayor dignidad que éste. Todos los títulos humanos que el hombre pueda lograr carecen de valor si no puede decirse de él como dijo Pablo de Timoteo:Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas…

Un hombre de Dios no es necesariamente el orador habilidoso y carismático que persuade a las personas para sacar provecho de ellos o para enseñorearse sobre ellos. No es el que hace alarde de poder. Un hombre de Dios no es el que atrae las miradas sobre sí mismo. El hombre de Dios no es el que busca ser servido; no es el que reclama privilegios y trato preferencial; no es el que se enriquece esquilando las ovejas. A un hombre de Dios no lo hace una mera apariencia de piedad.
¿Quién es, entonces, un hombre de Dios?

J. Collantes, citado por Mathew Henry dice: “El hombre de Dios es un hombre que tiene una misión celestial, por razón de la cual está unido con Dios con un vínculo de pertenencia y de proximidad que, al par que le comunica una buena especial, le obliga a llevar una conducta singularmente ejemplar[1]

Esta definición es completa. Es bíblica. Contiene tres características cruciales que definen a un verdadero hombre de Dios, las cuales serán el bosquejo que desarrollaré en el presente ensayo:

1)    El hombre de Dios está unido con Dios con un vínculo de pertenencia y proximidad
2)    El hombre de Dios tiene una misión celestial
3)    El hombre de Dios tiene la responsabilidad de llevar una vida ejemplar.