“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. Efesios 4:30
__________________________________________________________________
En cada acto divino el Espíritu Santo está presente ejecutando la Palabra de Dios y llevando a fiel cumplimiento los eternos designios que se gestaron en el seno de la trinidad. Estuvo presente en la creación; en la encarnación, ministerio y resurrección de Cristo; en el nacimiento y expansión de la iglesia; y en la actualidad ejerce el maravilloso ministerio de enseñar, guiar, consolar, edificar y preparar a la iglesia para la venida del Señor.
No se requiere mayor esfuerzo para darse cuenta que la iglesia actual es totalmente distinta a la iglesia del primer siglo en todos los ámbitos: gobierno, adoración, vida comunitaria, dones espirituales, predicación, consagración y servicio. ¿Qué ha marcado la diferencia? La iglesia primitiva era una iglesia saludable que se caracterizaba por vivir sometida al señorío de Cristo; por contar con una genuina llenura del Espíritu Santo y una exuberante manifestación de poder, señales, milagros y prodigios que le acompañaban en la predicación de la palabra de Dios. Era una iglesia santa, guiada y controlada por el Espíritu Santo, que ejercía su papel de ser sal de la tierra y luz del mundo, y que tenía plena conciencia de que estaba de paso en este mundo.