Publicado Por Ediciones PUMA - 2010
Los desafios De Ser Cristianos En América Latina Hoy
Premio Letra Viva
Un análisis de la condición del cristianismo en América Latina, sus pecados más comunes: el sincretismo religioso, la idolatría, el legalismo, el activismo, el sensacionalismo, y la importancia de la integridad cristiana para contrarrestar estos pecados.
Cuando se trata de determinar el estado moral de una nación, se ha de tomar como referencia, los siguientes parámetros bíblicos:
1. “Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová” (Salmo 33:12)
2. “Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió corrección”. (Jeremías 7:28)
La desconfiguración moral que se vive en la mayoría de los países latinoamericanos, refleja que nos encontramos dentro del segundo parámetro.
Tanto en el plano político, como en el económico y social, Latinoamérica enfrenta profundas crisis que no podemos callar, mucho menos disimular.
Por doquier vemos los efectos devastadores de tal condición: la niñez, que en su habitual estado de inocencia, experimenta los crudos golpes de la injusticia social; el mal alcanzando niveles insospechados; la pérdida del afecto natural de que habló el apóstol Pablo; el liderazgo utilitario de un gran porcentaje de nuestros gobernantes; la ausencia de los principios bíblicos, que arrastra a nuestra sociedad moderna a la degradación. Por todas estas cosas y por muchas más, no puedo evitar que mi alma se duela y haga cuestionamientos.
América Latina, ¿Qué te está pasando? ¿Qué te ha arrastrado a tu actual estado de pobreza? ¿Por qué hay tantos niños en tu seno sufriendo el abandono, el hambre, el analfabetismo, y el abuso? ¿Por qué tus ciudades están tan llenas de violencia? ¿Por qué hay tanta corrupción en tus gobiernos? ¿Por qué hay tanta confusión y miedos en tu interior? ¿Por qué hay tanto, irrespeto por la vida, y tanto desprecio por la verdad? Sé la respuesta. Quizá todos la sabemos. Estás espiritualmente enferma. El virus de la enfermedad ha penetrado en todos tus estamentos. Esa es la razón de la injusticia social que reina en tus tierras, y peor aún, de nuestra indiferencia.
Los analistas políticos y económicos estudian el comportamiento político y social de América Latina; reflexionan, hacen sus diagnósticos y recetan. La mayoría de estas recetas, elaboradas desde una perspectiva meramente humana, han servido como pañitos de agua tibia, que temporalmente calman los síntomas, en tanto que la enfermedad cobra fuerza.
Si queremos llegar a la raíz de la enfermedad y hacer un diagnóstico certero, debemos concluir que el problema de América Latina es espiritual:
“Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió corrección”.
Hemos desatendido el llamado que Dios ha hecho claramente a todas las naciones:
“Acercaos, naciones, juntaos para oír; y vosotros pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce” (Isaías 34:1)
Los síntomas anteriormente descritos son trágicos, pero no es lo peor. La iglesia, que fue puesta para ser luz en medio de las tinieblas, para ser la sal que detuviera la corrupción moral, también se ha contaminado con este virus. Como cristianos, nos hemos convertido en espectadores de la triste realidad de nuestro entorno. La comentamos, buscamos culpables, hacemos sugerencias, pero finalmente, al ver a Latinoamérica herida y tendida, pasamos de largo al igual que el levita y el sacerdote lo hicieron con el hombre que cayó en manos de ladrones.
Así como el debilitamiento de una sociedad está ligado a la corrupción moral de sus miembros, de igual manera, los cristianos tenemos la responsabilidad de recuperar y mantener la integridad cristiana, para que Latinoamérica experimente el impacto del poder de Dios.
En la primera parte de este ensayo, presentaré algunos de los males espirituales que han penetrado dentro del cristianismo, llevando a Latinoamérica a un estado de postración espiritual. En la segunda parte, exhorto al cristiano a vivir en integridad tanto en el plano moral como en el trato de las escrituras, con el propósito de contrarrestar dichos males e influir en nuestro entorno.
PRIMERA PARTE
LOS MALES ESPIRITUALES QUE AQUEJAN AL CRISTIANISMO EN LATINOAMÉRICA
Son muchos los males espirituales que han traspasado nuestras fronteras. Mencionaré sólo algunos, de los que considero más relevantes.
SINCRETISMO RELIGIOSO
El sincretismo religioso, es la tendencia a armonizar corrientes de pensamiento o ideas opuestas. En el plano religioso, cuando las doctrinas de una segunda religión se mezclan con las doctrinas de la primera, se produce un fenómeno de “sincretismo religioso”.
La tendencia de mezclar doctrinas distintas no es nueva. La Iglesia primitiva se vio ampliamente afectada por esta práctica. Algunas de las cartas del Nuevo Testamento, fueron escritas para refutar la insistencia de algunos creyentes en mezclar el evangelio con el judaísmo y el gnosticismo. Tales argumentos despertaron el disgusto de los apóstoles, especialmente el Apóstol Pablo, quien asestó fuertes golpes a ese tipo de sincretismo religioso:
“Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo. Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguien os predica un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema.” (Gálatas 1:6-9).
La palabra sincretismo es de origen griego. KRASIS=MEZCLA, SYN=CON; SYNKRASIS = UN COMPUESTO.
Al analizar la etimología de la palabra ‘sincretismo’ a la luz de la Palabra de Dios, pienso que el término ‘mezcla’ resulta un vocablo relativamente débil. La palabra más apropiada teniendo en cuenta un trasfondo bíblico, podría ser: ‘contaminación’, o ‘corrupción de la verdad’.
El sincretismo religioso, al igual que la cizaña junto al trigo, ha logrado crecer y convivir con el evangelio, desde los inicios mismos de la cristiandad. La atmósfera religiosa en medio de la cual se desarrolló el cristianismo, propició la posibilidad de que en forma gradual el cristianismo se fuera mezclando con el paganismo reinante.
A raíz de la promulgación del edicto de Milán, publicado por el emperador Constantino en el año 311, se dio inicio a una política de tolerancia para los cristianos. El cristianismo, que hasta entonces había sido objeto de gran persecución, ahora gozaba de muchos privilegios de parte del estado. La persecución había quedado momentáneamente atrás. La protección del estado dio a los cristianos la oportunidad de reunirse libremente y sin temores, para adorar a Dios, y una total libertad para predicar la Palabra. Pero todas esas ‘bendiciones’ traían oculto un peligro. Si bien el ser cristiano había sido inicialmente signo de oprobio e ignominia dentro del imperio, ahora, con la nueva posición respetable de la Iglesia, el ser cristiano presentaba un atractivo, especialmente, porque la creación de nuevos cargos públicos dentro del gobierno de la Iglesia, atrajo muchos aspirantes que veían con codicia el poder ocuparlos. Las puertas de la Iglesia se abrieron de par en par, para recibir en su seno multitudes de personas que abrazaban el cristianismo, pero que internamente, no habían experimentado una genuina conversión. El resultado, fue una mezcla peligrosa de principios del cristianismo con los rituales y prácticas del paganismo.
El sincretismo religioso en América Latina
América Latina no ha sido la excepción al engaño del sincretismo religioso. Hay varios factores que la han hecho un terreno fértil para que Satanás siembre los espinos y cardos del error en nuestros países.
El evangelio de la gracia de Dios, tal y como nos ha sido revelado y entregado por Dios, contiene en forma inherente todo el poder de Dios, el cual opera para salvación a todo el que cree. El contenido o esencia del evangelio, es presentar la salvación por la fe en Cristo, por medio de la gracia que Dios nos otorga. El evangelio demanda a los seres humanos arrepentirse de sus pecados, y a vivir como es digno del evangelio de Cristo. Los cristianos, en todos los tiempos y en todo lugar, tenemos la responsabilidad de conservar la pureza del evangelio.
Sin embargo, el enemigo de la verdad de Dios no se ha cruzado de brazos. Con la misma vieja mentira con la que tuvo éxito en el huerto de Edén, ha logrado traspasar las fronteras latinoamericanas, con el engaño del sincretismo religioso: “¿Conque Dios os ha dicho…?” Con esta mentira, en la cual Satanás pone en tela de juicio la veracidad de la Palabra de Dios y en su lugar ofrece otras alternativas engañosas, ha logrado crear un pseudo-evangelio que mantiene a millones de personas sumidas en una religiosidad carente del poder y eficacia del único y verdadero evangelio
Para que el sincretismo religioso se conciba, se necesita primeramente una fuente emisora que haga una propuesta doctrinal novedosa. En segundo lugar, se requiere un grupo receptor que esté dispuesto a recibirlas. Un ejemplo bíblico lo encontramos en los atenienses:
“Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hechos 17:21)
He aquí los ingredientes necesarios para que el sincretismo religioso florezca: por una parte, las doctrinas novedosas, y por otra la curiosidad de la gente por oír cosas nuevas.
Satanás ha encontrado el apoyo incondicional de hombres y mujeres que propagan con fervor y con mercadería de palabras, las doctrinas que Satanás previamente ha preparado. Muchas de estas personas ostentan títulos y ocupan posiciones privilegiadas dentro de la iglesia. El variado menú de ‘mezclas doctrinales’ que Satanás viene ofreciendo desde hace muchos años a los países latinoamericanos, ha encontrado gran aceptación por parte de un público deseoso de recibir en una o dos fórmulas cualquier cosa que les garantice el éxito, la comodidad y la seguridad.
Al igual que los atenienses, son muchos los que habiendo sido arrastrados por diversos vientos de doctrina, confían en un evangelio mezclado con filosofías humanas.
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).
En esta advertencia, el apóstol Pablo menciona tres elementos presentes en este tipo de engaño religioso:
1) “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías… (v.8a)”
En las palabras de Boff (1977:54): "El cristianismo puro no existe, el sincretismo es normal… la pureza religiosa es un mito".
Una de las formas en que el engaño religioso opera, es tratando de rebajar el evangelio a una simple filosofía, o incorporar las filosofías humanas como parte del evangelio. El enemigo siempre ha tratado de contaminar la pureza del evangelio. Sabe que una verdad mezclada con el error, hace tanto o más daño que una mentira evidente. En algunas oportunidades, el apóstol Pablo discutió con algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos, los cuales calificaron de ‘palabrero’ la predicación del evangelio.
Mucho de lo que se predica en nuestros pulpitos modernos, dista mucho de ser la palabra de Dios. La luz de la Palabra profética más segura, ha sido reemplazada por los criterios personales de los falsos maestros, quienes buscando mantener cautivo a sus seguidores, excluyen todo aquello que los confronte con las demandas del evangelio, ofreciéndoles en su lugar filosofías humanas que satisfagan sus deseos. El sólido fundamento de Cristo como piedra angular, no ha parecido suficiente a estos maestros, quienes en su lugar, predican un mensaje con una fuerte base antropocéntrica, en el cual reviven la vieja y falsa premisa filosófica: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Predicaciones, cuyas raíces penetran en el humanismo, y cuyo propósito principal, es complacer y entretener al hombre.
2) La sutileza del engaño: “…Huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres… (v.8b)”
En las Escrituras se nos advierte contra las estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error. El engaño es sutil. Es poco perceptible; pero si no se detecta, termina haciendo un profundo daño a nuestra alma. ¡Cuánta astucia se ha empleado por parte de aquellos interesados en contaminar la verdad de Dios! Con qué facilidad los maestros del error han llevado rebaños enteros a cisternas rotas que no tienen aguas, a un Cristianismo sin cruz, y una Palabra que no es la de Dios.
3) “…conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (v.8c)”
La iglesia en Latinoamérica admira los esquemas y principios del mundo. Equivocadamente piensa que en ellos está el secreto del éxito. Convencida de ello, los ha copiado y aplicado a su gobierno, a su organización, a su predicación, y a su misión. Internamente se siente satisfecha de estar a la altura de la corriente popular, y experimenta cierto orgullo al poder hablar de ‘marketing’ dentro de sus planes evangelísticos. La promesa de Dios, de: ‘no con espada, ni con ejércitos, más con su Santo Espíritu’, ya no aplica para la iglesia en estos tiempos de competitividad. El resultado, es que se ha convertido en una simple asociación religiosa, en un club social, o en una empresa comercial, pero lo cierto es que ha perdido su identidad como iglesia de Cristo.
Otra forma de sincretismo religioso que se inició en Brasil y se ha extendido ampliamente a lo largo de varios países latinoamericanos, es la contaminación del evangelio con el fetichismo. ‘Pare de sufrir’, se ha convertido en un mensaje atractivo, que ha cautivado a las multitudes que andan dispersas como ovejas sin pastor. Los templos, donde pretenden ofrecer soluciones definitivas a las profundas necesidades de las personas, están atestados. Las cándidas almas corren desesperadas y sedientas a estos lugares, esperanzadas en encontrar una respuesta oportuna que los libere del dolor y del sufrimiento que les aqueja. De esta manera, las masas ‘siguen al flautista’ que los conduce a depositar su fe en una piedra, una rosa, o en un manto, (entre otros objetos).
Las personas beben hasta el fondo este tipo de mezclas doctrinales. No parece importarles el contenido del brebaje. No importa si es nocivo para el alma. Con tal que dé resultados inmediatos, es lo que parece importar.
Este afán desmedido de buscar resultados en lugar de frutos, de alcanzar las bendiciones por encima del que bendice, ha llevado a un gran número de personas a encender ‘fuegos extraños’, a pretender despojar el poder del evangelio cuya fuente es Dios mismo, a un evangelio cuyo poder radica en el poder de la lengua, en la persistencia en mantener ‘confesiones positivas’ y en la habilidad de la mente para visualizar y crear realidades a nuestro antojo.
LA IDOLATRÍA
El tema de la idolatría no es nuevo. Durante siglos estuvo arraigado en el corazón del pueblo de Dios. A pesar de que la prohibición de adorar ídolos está claramente declarada en los 10 mandamientos, y muchas otras porciones de la Palabra de Dios, el pueblo de Dios frecuentemente era seducido por los dioses cananeos. Uno de los textos que expresa claramente el pecado de honrar a Dios en el mismo altar de los dioses paganos, se encuentra en 2 Reyes 17:33
“Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados”
Colocar al “Único y Soberano Rey de reyes y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver…”, a la misma altura de los dioses cananeos, es la mayor insensatez. Eso fue lo que hizo el pueblo de Israel. Es lo que seguimos haciendo hoy.
Una de las causas que alienta la idolatría, es la incredulidad. A pesar de que el pueblo de Israel fue testigo de las manifestaciones del poder de Dios, no se atrevía a confiar. Temían a Dios, pero por si acaso, querían asegurarse invocando la ayuda de los dioses cananeos que les asegurara buenas cosechas y para que los protegiera de sus enemigos.
La realidad en Latinoamérica hoy, no es nada distinta a la del pueblo de Israel en la antigüedad. La gente va a las iglesias, y cumple sagradamente con los ritos y formalismos de la religión. En el fondo, muchos se sienten satisfechos en su conciencia por su devoción, pero por si acaso, y si Dios no les responde en el tiempo y en los términos que ellos quieren, van a consultar a los brujos, consultan el horóscopo, practican rituales para ‘sacar las energías negativas’, practican yoga, meditación trascendental, espiritismo, regresiones, etc. Para estas personas, Dios es un dios más entre sus múltiples dioses. ¡Qué triste realidad! Similar quizá a la ocasión en que “mientras Pablo los esperaba en Atenas (a Silas y Timoteo), su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría”.
Para extirpar el cáncer de la idolatría del corazón de su pueblo, el Señor tuvo que introducir muy profundo el bisturí. La cirugía causó mucho dolor, pero era necesaria. Consistió en una deportación a Babilonia por 70 años y en muchas persecuciones.
La idolatría no se limita únicamente a la adoración de los ídolos de yeso, madera, o cartón. Jesús dijo que todo aquello que se coloca por encima de Dios se convierte en un ídolo:
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. (Mateo 6:24)
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5)
En muchos templos de América Latina, donde inicialmente se rendía culto a Dios, y se exaltaba su nombre, ahora se han erigido nuevos dioses. Cristo, como personaje central de la Iglesia, ha sido reemplazado por el dios de las riquezas y la avaricia. Los líderes religiosos, motivados por el amor al dinero, creen haber descubierto, que el principal interés de Dios, es darles riqueza y prosperidad. Cuando leen y predican las Escrituras, con sumo cuidado cuelan el mosquito y se tragan el camello, seleccionando las porciones que se ajustan a lo que quieren. En forma disimulada o abiertamente descarada, echan a un lado lo que les incomode o perturbe. Saben que de todas formas, tendrán la acogida de una sociedad que de igual forma, idolatra la riqueza y la comodidad. Para conseguir lo que desean, están dispuestos a torcer las Escrituras si es necesario, de esa forma, engañan sus almas creyendo tener un respaldo divino.
Bajo este contexto miles de personas, cual sacerdotes de Baal, se reúnen a adorar a sus nuevos dioses. Están dispuestos a sacrificarlo todo ante el altar del dios Mamón. Generalmente los sacrificios que se ofrecen ante este altar, varían, según la devoción de cada quien. En algunos casos, se sacrifica la paz interior, en otros, el deleite de la comunión con Dios, otras veces es la familia, y en todas las ocasiones el alma. De vez en cuando se menciona a Cristo, pero solo para recordarle, o más bien ordenarle, que satisfaga las ansias de dinero que bullen en sus corazones.
Para estas personas, Jesús es sólo un instrumento para sus propios fines y la Biblia se ha reducido a un solo tema: el dinero. Los sacerdotes de estos nuevos dioses, instan a las crédulas almas a buscar con ahínco las bendiciones de sus dioses. Para ello, solo tienen que citar repetidamente porciones de las escrituras, que generalmente han sido sacadas del contexto del libro, o del contexto general del evangelio.
Así como el corazón de Giezi, el criado de Eliseo, se fue tras un hermoso y costoso manto babilónico. Muchos en la actualidad se han dejado seducir por el confort y la comodidad. Quieren las bendiciones del Reino, pero no quieren la cruz. Quieren los favores de Dios, pero no quieren las ‘marcas del Señor Jesús’. Las escrituras dicen:
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. (1 Timoteo 6:6-10)
“Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén” (1 Juan 5:21)
LEGALISMO
El legalismo consiste en exaltar la ley por encima de Dios. La persona legalista se esfuerza en cumplir cabalmente los requerimientos de las leyes para merecer los favores de Dios.
El grupo que mejor nos puede ilustrar los alcances y peligros del legalismo, es la secta de los fariseos. Fueron las personas más religiosas de su época. Se esforzaban por el cumplimiento externo y estricto de la ley. Los grandes principios de la Palabra de Dios, no eran suficientes para los escribas y fariseos. William Barclay, comentando sobre esto dice:
“Mantenían que la ley era divina, y que por ella Dios había dicho la última palabra, y que por tanto todo debía estar en ella. Si una cosa no estaba en la ley explícitamente, tendría que estar implícitamente. Por tanto discutían que debe ser posible deducir una ley una regla o una norma para cada posible situación de la vida. Así surgió la raza de los llamados escribas, cuyo sentido era reducir los grandes principios de la Ley a literalmente miles de miles de reglas y normas”
El legalismo es todo un sistema elaborado de justificación propia. Para resaltar lo incongruente del legalismo con el evangelio, imaginemos por un momento, que en forma hipotética pudiéramos elevar el legalismo al grado de religión oficial. Si tuviera un credo propio, ese credo más o menos tendría las siguientes declaraciones:
Credo del legalismo:
“No creemos en la suficiencia del sacrificio de Cristo en la cruz. No creemos que por la fe en Cristo al creyente le sea imputado el don de la justicia perfecta de Cristo. Creemos, que para que el sacrificio de Cristo sea efectivo, se debe complementar con nuestra estricta observancia de las leyes judías, además de las normas que se deriven de la interpretación que hagamos de esas leyes. No creemos que la santificación sea una obra de gracia, fruto de la unión viva de Cristo con el creyente. Creemos que la santificación es el resultado de practicar el ascetismo, y de someternos a un duro trato del cuerpo, con preceptos tales como: ‘no manejes, ni gustes, ni aún toques (en conformidad a los mandamientos que generen mis líderes religiosos)”.
Difícilmente encontraremos personas que se identifiquen con semejante credo. Pero en la práctica, ese es el credo que en América Latina, muchas personas están profesando y practicando.
El legalismo en América Latina
En primer lugar, el legalismo existe como una consecuencia natural de la rebeldía humana. El orgullo humano le insta a querer obtener su salvación por sus propios esfuerzos humanos.
En segundo lugar, por la ignorancia de la Palabra de Dios, por no entender las doctrinas fundamentales de la justificación por la fe y de la santificación. La ley de Moisés nunca tuvo el propósito de salvar la brecha de separación entre Dios y el hombre. Su propósito no era redentor, ya que esa era una obra exclusiva de Jesucristo; más bien la ley era nuestro ayo para llevarnos a Cristo, y mostrarnos la necesidad que tenemos de él.
En tercer lugar, el legalismo surge como una reacción a las conductas libertinas. Debido al énfasis que el apóstol Pablo hace de la doctrina de la justificación por la fe sin ningún tipo de obras, muchas personas se han ido al extremo de convertir en libertinaje la gracia de Dios, las cuales, bajo el pretexto de ser libres en Cristo, se entregaron a conductas impías y a la práctica habitual del pecado.
“…como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1Pedro 2:16).
Las buenas obras, no pueden salvar a nadie, ya que la justificación es por fe, pero toda persona que realmente ha sido salvada, tendrá como fruto una vida de pureza y de buenas obras. El apóstol Pablo dice:
¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Ro.6:1-2)
El legalismo en América Latina ha producido las siguientes consecuencias:
1) Poca efectividad en la predicación del evangelio, debido a que el mensaje que se transmite es endeble, ya que se ha invalidado su poder al haberlo mezclado con tradiciones de hombres. Las certeras palabras de Cristo al respecto nos dicen:
“Invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.” (Marcos 7:13). 2) El evangelio es mirado con desgano por la gente, debido a que la presentación legalista de sus exponentes tanto en la predicación como en su testimonio, es que el evangelio es una lista interminable de prohibiciones.
“Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mateo 23:4)
3) Ha producido una ola de temor, ya que los creyentes no tienen seguridad de estar cumpliendo con todo lo que la ley requiere. La sentencia bíblica declara:
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” (Santiago 2:10).
Muchas personas no solo viven temerosas, también tienen sentimientos de culpa. El gozo del Señor no arde en sus corazones, tienen miedo de Dios. No aman su venida.
4) El legalismo ha originado dentro de las iglesias un gobierno autoritario, en el cual, muchos de los líderes, se han enseñoreado de la grey. Manipulan y amenazan a las personas para que se mantengan sumisas bajo su gobierno autocrático. Cuán justos son los tratos que el señor demanda a sur siervos con respecto al cuerpo de Cristo:
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1Pedro 5:2-3)
5) El legalismo ha producido creyentes con ceño fruncido que continuamente viven midiendo a los demás con su propio modelo de vida que se han auto-impuesto “…pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos”.(2 Corintios10:12)
El legalista tiene su propio patrón de medida: él mismo. Con ese patrón (que son sus propias normas), califica o descalifica a los demás.
Los fariseos no pudieron reconocer a Cristo como el Mesías tan esperado, sencillamente porque Cristo no se ajustaba ni se sometía a sus absurdas interpretaciones que habían hecho de la Ley. Su extremo legalismo no solo los llevó cautivos al orgullo, sino también a la envidia y al odio, hasta el punto que negaron al Santo y al Justo y mataron al autor de la vida. Sobre este punto, el apóstol Pablo habló con precisión meridiana:
“Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:2-4)
“Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. (Romanos 3:20)
“No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”. (Gálatas 2:21)
ACTIVISMO Y SENSACIONALISMO
Jamás olvidaré el día que el Señor abrió mis ojos espirituales y me permitió conocerle. Una serie de cambios se dieron en mi vida. Sin darme cuenta, todos mis afectos, mis pensamientos y mis actos, se encontraban girando en torno a Cristo. Recuerdo bien lo mucho que anhelaba que el tiempo avanzara rápidamente para que llegara la hora de ir a la iglesia. Disfrutaba de la compañía de mis hermanos en la fe, pero sobre todo disfrutaba del tiempo en que ante la presencia del Señor, bebía de su presencia y aprendía de su Palabra.
Durante mucho tiempo, recuerdo, no dejé de asistir a ninguno de los cultos, a pesar de que en ese tiempo nos reuníamos todos los días. La oración ocupaba un lugar importante en mis actividades diarias. Nadie me obligaba a ello, pero sabía que mi corazón se había desbordado en una búsqueda apasionada de Dios. Todo mi ser estaba experimentando lo que la biblia llama ‘hambre y sed de Dios’. Mi deseo por conocer al Señor y a su Palabra era tan profundo, que devoraba la Biblia diariamente. Leía extensas porciones de la Palabra de Dios. Era un deleite. El anhelo por Dios y por su Palabra, era similar a lo que David sentía cuando decía “cuán dulce es a mi paladar tu Palabra, más que la miel a mi boca”.
No me es sencillo describir la pasión por Dios que ardía en mi corazón. Sé que muchos de los que leen esto, me entenderán. A otros les parecerá extraño y me consideraran fanático. Me conformo con saber, por ejemplo, que el salmista David me comprendería perfectamente. Nadie mejor que él ha podido expresarlo en forma tan hermosa:
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Salmo 42:1-2)
Sin embargo, sé que hay muchísima gente hoy día, a quienes de igual forma Dios ha tocado en las fibras de su alma, que experimentan ese mismo anhelo por Dios.
Me gustaría poder decir que toda mi vida cristiana fue así. Pero faltaría a la verdad. En los años posteriores, tuve que atravesar duras pruebas, atravesar desiertos, confusiones y desilusiones. Pero, consciente de ello o no, el Señor estuvo siempre a mi lado y me dio fuerzas.
Hoy, después de 29 años de haberle conocido, mi corazón sigue latiendo por el Señor. Desde hace muchos años mi oración ha sido para que el Señor me enseñe a amarle con todo mi corazón y con todas mis fuerzas. Quiero que mi corazón arda de continuo por el Señor, más y más; así como aquellos discípulos en el camino a Emaús, que se encontraron con el Señor resucitado. Sé que la llama que arde en mí todavía no es lo suficientemente grande como yo quisiera y como debería arder ante nuestro majestuoso Dios, pero siguiendo el ejemplo de Tozer, que desde hace muchos años ha logrado influir en mi vida, quiero seguir ‘ardorosamente en pos de Cristo’.
No pretendo presentarme como el modelo ejemplar a seguir. Aún tengo mucho camino que recorrer. Lo que quiero enfatizar, es que la vida cristiana es dinámica. Es una relación con un Dios vivo. Una relación que no debe sucumbir a la rutina o al cumplimiento externo de una serie de formalismos religiosos.
¿Qué fue lo que hizo que un puñado de discípulos temerosos, que negaron a Cristo en la hora más crucial de su ministerio, haya hecho un impacto tan profundo en medio del imperio romano? ¿Qué les hizo menospreciar sus vidas con tal de proclamar el mensaje del evangelio que les fue encomendado? ¿Cuál era la fuerza motriz que los movía a predicar con denuedo? Conocían al Señor, tenían una relación vital con él y le amaban con pasión.
¿Tiene el cristianismo actual en Latinoamérica estas características? Tengo mis dudas. Me parece más bien que nos movemos en dos extremos peligrosos.
En primer lugar, está el extremo del activismo y el sensacionalismo. Por lo general ambos van de la mano. Las iglesias en Latinoamérica se caracterizan actualmente por el activismo. Hay un continuo ir y venir. Las agendas de las iglesias están copadas. En algunos casos, casi todos los días de la semana hay alguna actividad en la iglesia. Reuniones, comités, más reuniones. Muchos hermanos sacrifican del tiempo que podrían compartir con la familia para cumplir con la agenda de la iglesia, ya que de ello depende que se le catalogue como ‘espiritual’ o que se le tenga en cuenta para participar en el culto.
Conozco una iglesia, que trabajaba arduamente. Hacían muchas obras tratando de agradar al Señor y colaborar con la extensión del Reino. Era una iglesia que había sufrido mucho, y a la que le había sido necesario revestirse de gran paciencia. Tenía una virtud digna de admirar: era extremadamente celosa, al punto que no toleraba a los malos ni a los que presumían de ser apóstoles. Me estoy refiriendo a la iglesia de Éfeso. Cuando el Señor la puso en la balanza, fue hallada falta. Esta es la manera como la califica:
“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.” (Apocalipsis 2:1-5)
No hay nada de malo en la actividad y en el trabajo arduo. De hecho, cuando un corazón está inflamado por el amor a Dios, ese mismo amor le constriñe a servir a Dios con diligencia. El amor por Dios se convierte en el impelente que nos mueve a esforzarnos más allá de nuestras fuerzas. El problema no está en la actividad en sí, el problema está en las motivaciones que hay detrás de los enmarañados programas de actividad.
En los tiempos de Cristo había una gran actividad dentro y fuera del templo. Pero era una actividad comercial. Las ordenanzas del culto estaban empañadas por actividades egoístas que no estaban orientadas a llevar gloria a Dios, sino que estaban diseñadas para la explotación comercial. La indignación del Señor fue tal, que volcó las mesas de los cambistas, y expulsó a todos aquellos mercaderes que habían convertido la casa de oración en cueva de ladrones.
Creo que si el Señor repitiera literalmente esa misma acción en estos tiempos, muchos púlpitos serían volcados, y muchos que se dicen ser ministros de Dios serían expulsados. La razón de ello, es que el activismo en que estos ministros han sumergido a la iglesia, tiene como motivación principal, el factor cuantitativo. Se le insta a la iglesia a trabajar arduamente para el crecimiento de la misma, pero al hacerlo, estos líderes están mirando de reojo los beneficios económicos y personales que pueden venir tras ellos. Aunque parezca que están trabajando en la extensión del reino de Dios, realmente están procurando su propia popularidad y beneficio personal.
El activismo tiene su clímax en el sensacionalismo. La sencillez con la que por muchas generaciones la iglesia se ha reunido para adorar al Señor, se considera aburrida en la actualidad. La iglesia quiere estar a la par de las celebridades de este mundo. Piensa, que para atraer a los inconversos, no es suficiente el poder de Espíritu Santo aplicando la palabra de Dios a los corazones. Por ello, la iglesia ha creado sus propias celebridades y sus propios espectáculos. Toda la logística de estos espectáculos, tiene una sola finalidad: satisfacer la carne. La atmósfera emotiva que se crea en estos lugares, arrastra a las multitudes a cometer actos vergonzosos e indecorosos, a los cuales se les pretende calificar como manifestaciones del espíritu de Dios.
Aquellos que buscan el sensacionalismo, ya tienen su recompensa. Sus emociones pueden exaltarse durante el tiempo que dure el espectáculo. Pero después estarán nuevamente vacíos, hasta que haya una nueva y más emotiva programación.
En mi archivo mental, hay una hermosa verdad que no se de quien la leí o a quién se la escuché, pero la cito tal como me ha quedó grabada en la memoria: ‘Debemos adorar al Señor con el corazón de María, y servirle con las manos de Martha”.
En segundo lugar, podemos irnos al extremo de permanecer en un estado de pasividad, escondidos, tolerando la impiedad, y temiendo pronunciarnos contra ella. Puede que parezcamos estar vivos, cuando en realidad podemos estar muertos. El mensaje a la iglesia de Sardis es uno de los más fuertes:
“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. (Ap.3:1-3)
Cuando leo esta sentencia, de alguna manera mi mente la relaciona con el estado del pueblo de Israel descrito en Ezequiel 37.
“La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.” (Ezequiel 37:1-6)
¡Cuánta falta le hace a Latinoamérica, que se levanten hombres íntegros, que proclamen la Palabra de Dios como Ezequiel; no sus opiniones personales, ni sus interpretaciones caprichosas, sino la Palabra viva de Dios, para que aquellos que están dormidos despierten, y los que están muertos resuciten!
La necesidad de hombres así, nos lleva a considerar las verdades que trataré en la segunda parte de este ensayo, pero no sin antes elevar una oración:
“Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos, hemos pecado. ¡Mira nuestra confusión y oprobio! No hemos contendido ardientemente por la fe, ni nos hemos preparado dignamente para presentar defensa del evangelio. Cada cual se apartó por su camino extendiendo las filacterias de sus propias interpretaciones, o defendiendo neciamente las tradiciones y las opiniones de los hombres. Hemos puesto la sabiduría de este mundo por encima de la sencillez y veracidad de tu Palabra. Perdona nuestro atrevimiento al tomar tan ligeramente tu Palabra. Perdónanos por profesarte un amor tan débil, que no ha sido capaz de traducirse en las obras que tú preparaste de antemano para que anduviéramos en ellas.
Señor, unge con colirio nuestra vista y abre los ojos de nuestro entendimiento para conocer la supereminente grandeza de tu poder.
Cada rincón de Latinoamérica te necesita, Señor. Concédenos el valor para ir y la sabiduría para predicar; ayúdanos a hacerlo en integridad”. Amén
SEGUNDA PARTE
LA INTEGRIDAD DEL CRISTIANO CONTRARRESTANDO LOS MALES ESPIRITUALES QUE AQUEJAN A LATINOAMÉRICA
La gran tragedia del cristianismo en Latinoamérica ha sido la falta de integridad moral, y la falta de integridad en el trato de las Escrituras.
I. INTEGRIDAD MORAL
El término integridad viene de la misma raíz latina que entero. El término sugiere totalidad es decir, completo, sin división. Una persona íntegra, es sin doblez, de una sola pieza, confiable. No necesita una máscara para mostrar algo que no es.
Es más fácil definir la integridad que ser una persona íntegra. Donde uno esperaría encontrar integridad, muchas veces lo que haya es desilusión. Por ejemplo, algunas empresas incluyen la integridad entre sus valores corporativos, más sin embargo, en la actividad diaria de los negocios y de las responsabilidades laborales, muchas veces se respira una atmósfera de deshonestidad. Los líderes políticos enarbolan la integridad como credencial para ganar la confianza de las personas, pero una vez obtenidos los votos deseados se evidencia completamente que carecen de ella. En el común de la gente, se acostumbra en ocasiones a disertar sobre la integridad, especialmente cuando ocurre algún escándalo público producido por actos de corrupción, o por actos indecentes cometidos por otras personas. En tales casos, se critica duramente a los infractores, mientras los críticos, se jactan secretamente por su honradez.
En la práctica, la integridad difícilmente será un tema de moda. Los medios de comunicación nos muestran a diario la cruda realidad. La mayoría de las noticias que tienen que ver con temas morales, muestran el grado de corrupción en que nos encontramos. En forma muy esporádica, cuando una persona realiza un acto honesto, como por ejemplo devolver a su legítimo dueño una cantidad considerable de dinero encontrado, siempre despierta conmoción. La acción se vuelve noticia; la gente lo comenta con curiosidad y con extrañeza. Muchos critican a la persona que devolvió el dinero; los demás se quedan espantados de que en este siglo ocurran esas cosas.
La mayoría de las personas no esperan encontrar integridad en los demás. Vivimos desconfiados, temiendo continuamente al engaño.
La integridad no es infalibilidad. No significa que neguemos o escondamos nuestras debilidades. Como bien decía Spurgeon, mientras estemos en este tabernáculo terrenal, ‘hemos de pagar tributo a nuestra humana debilidad’.
La esencia de la integridad
Nadie posee verdadera integridad si no está adherido a Cristo. La integridad es el fruto que como pámpanos producimos por el hecho de estar injertados en Cristo. Sin él, seremos como la higuera estéril:
“Y viendo (Cristo) una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera”. (Mateo 21:19)
Muchas personas son como la higuera frondosa; tienen una ‘hermosa apariencia’ pero no tienen frutos. Creyendo que el decoro, la educación, y la actividad religiosa es sinónimo de integridad, se cobijan bajo su propio manto de piedad y exhiben sus acciones para ser vistos de los hombres. De nada nos sirve tratar de impresionar a los demás; mucho menos a Dios. Muchas veces lo que parece integridad, realmente no lo es.
La siguiente ilustración nos puede dar claridad al respecto.
“En un centro comercial en un lugar de los Estados Unidos una pareja se acercó a comprar un artículo. La dependiente les atendió solícita y no se percató que al darles el cambio, se le fue la mano y les dio mucho dinero de más. Ellos, que tenían prisa, tampoco se dieron cuenta del error.
Ya fuera del centro comercial fueron a un restaurante. Al revisar su billetera, el hombre se percata de que había recibido mucho dinero como cambio; ¡Unas cincuenta veces más de lo que pagó! Se había dado una confusión de la denominación de los billetes. El dijo a su pareja que debían ir de inmediato a devolver lo que no era suyo, y retornaron al centro comercial enseguida.
Al acercarse hacia la dependiente, la llamaron aparte para no avergonzarla ante otros ni complicarle la vida. - Señorita, usted me dio dinero de más como cambio de la compra que le hice hace unos minutos. Aquí le devuelvo su dinero y deme lo que es correcto y tenga más cuidado la próxima vez. La mujer se quedó boquiabierta y, siendo responsable, llamó a su jefe de sección y le explicó de qué se trataba. El hombre se acercó presto a la pareja, asombrado también, y le explicó al honrado caballero: - Señor, ¿ve esa cámara de TV? Allí se ha grabado todo, desde que usted hizo la compra, cuando se le dio cambio de más y ahora que usted ha retornado ese dinero que por error se le dio. Nuestra compañía quiere honrarle y pedirle que nos permita publicar este hecho ejemplar que ya casi no se da en estos días. Un tanto nervioso, el aludido tomó del brazo al jefe de sección de ese centro comercial y, en voz baja le dijo: - Señor, olvídese de lo ofrecido; si usted hace eso me pondría en problemas.
Yo soy casado, y la mujer que está conmigo no es mi esposa. !!!
La integridad no consiste en actos externos, la integridad está inherente al carácter. Está formada por tejidos espirituales que se nutren de un anhelo profundo de agradar a Dios y de vivir a la altura de los propósitos que él tuvo al llamarnos. La esencia de la integridad es el amor a Dios, es el resultado de conocerle y amarle con todo el corazón.
Rasgos distintivos de un cristiano íntegro
a) El cristiano íntegro es fiel
“Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos…” (1 Reyes 9:4)
El amor a Dios nos constriñe a obedecerle, por eso la persona íntegra es fiel a Dios. Un cristiano integro, guarda concordancia, entre lo que es y lo que hace. Sus acciones y actitudes están en armonía con la fe y el amor que profesa a Dios. No aparenta lo que no es.
“Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? ´Tú que predicas que no se ha de hurtar ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?” (Romanos 2:21-23)
La lista se podría extender aún más, “Tú que das sermones de honestidad a tus hijos ¿mientes a las personas cuando te encuentras en situaciones incómodas? Tú que condenas la ilegalidad ¿participas de ella comprando artículos ‘piratas’? Tú que….
“Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros” (Romanos 2:24)
b) El cristiano íntegro es humilde
“Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Salmo 19:13)
La persona íntegra lo es, no para tratar de impresionar a Dios, o por sentirse obligada a serlo, lo es como resultado de su amor a Dios. Sabe que la vida solo se puede vivir con significado y propósito, cuando se vive para Dios, haciendo su voluntad y agradándole en todo.
c) El cristiano íntegro tiene convicción de Dios y certeza de la realidad de su Palabra
Una persona sin convicciones, difícilmente se desprenderá de todos sus juguetes en este mundo. Difícilmente tendrá por mayores riquezas el vituperio de Cristo que las bendiciones temporales de este mundo. Le será muy difícil llevar a los pies de Cristo todo lo que tiene y todo lo que es. Quizá haga una entrega parcial, hasta donde su conveniencia le permita, pero se resistirá lo más que pueda, para no llegar a estar ‘juntamente crucificado con Cristo’.
Fueron las convicciones de la majestad de Dios, de la perfección de su carácter, y de la infalibilidad de su Palabra, las que llevaron a los primeros cristianos, a dejarlo todo y a tenerlo por basura para ganar a Cristo. La fuerza impelente que los arrojó a buscar a Dios con pasión y como objetivo supremo de sus vidas, fue la convicción de su presencia.
Las certezas: del misterio de la piedad en el que ‘Dios fue manifestado en carne’, de la muerte y resurrección corporal de Cristo, del misterio de la habitación divina en sus corazones, fueron las convicciones que llevaron a estos creyentes a renunciar a la corriente de este mundo, a sufrir persecución, hasta el punto, como pasó a muchos de ellos, de dar su vida por causa del Señor. Fue el inexplicable amor que brotó de aquel que fue traspasado, del varón que fue experimentado en quebranto, que les hizo desear ser totalmente de Cristo.
Ellos nos abrieron el camino; nos dieron el ejemplo. Son esa gran nube de testigos, de los cuales el mundo no era digno. Nos corresponde a nosotros, asumir el reto de seguir su ejemplo.
Una persona puede conocer estas verdades teológicas, entenderlas y hasta predicarlas, pero hasta que no se hagan convicción en su corazón permanecerá frío e indiferente. Pero cuando esta persona tiene una visión de la gloria y majestad de Dios, entenderá porqué Isaías, Pablo y Juan, cayeron como muertos ante el resplandor de gloria que emana de Cristo. Nadie que tenga la visión de Dios puede seguir siendo el mismo. El mundo y sus deseos pierden su encanto cuando es contrastado con las mieles del amor de Cristo. Cuando el cristiano conoce al Señor de esta manera, entonces y sólo entonces, se producirá el fruto de una verdadera integridad.
El cristiano que tiene convicción de Cristo, no tiene doblez, no vive claudicando entre dos pensamientos. No es de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. No vive en los límites de la línea divisoria del pecado, se aleja lo más que pueda, porque en su corazón solo está el deseo de agradar a aquel que lo tomó por soldado. No posterga la decisión de ser o no ser fiel para el momento en que enfrenta la tentación, sino que desde su recamara de oración donde adora, ya ha tomado todas sus decisiones:
“Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad” (Job 27:5)
II. LA INTEGRIDAD EN EL TRATO DE LAS ESCRITURAS
“presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tito 2: 7)
Uno de los aspectos donde más se evidencia el lamentable estado del cristianismo en Latinoamérica, es precisamente en el trato que le damos a las Sagradas Escrituras.
Los escritores bíblicos, al referirse a la Palabra de Dios, demuestran una profunda reverencia y devoción por la Palabra de Dios. Todo el Salmo 119, está dedicado a exaltar los mandamientos y decretos de Dios. De igual forma los escritores del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo por ejemplo, celoso por la pureza de la doctrina, recomienda a Timoteo:
“Ten cuidado de ti mismo, y de la doctrina”. (1 Timoteo 4:16)
Pedro por su parte, nos invita a alimentarnos de la Palabra de Dios, a desearla y a no adulterarla.
“Desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2).
Podemos citar muchos ejemplos, pero bastan los anteriores, para notar un marcado contraste con respecto a la actitud que actualmente se tiene con relación a la palabra de Dios.
FORMAS INCORRECTAS DE TRATAR LAS ESCRITURAS.
En forma accidental ingresé a uno de los numerosos blogs que se encuentran en Internet. Uno de los artículos publicados que allí encontré, tiene por título “Jesucristo se la perdió”. El autor hace un paralelo en forma sarcástica, entre Jesucristo y el líder de la Iglesia Luz Del Mundo de Guadalajara: Samuel Joaquín. (A manera de aclaración, no se trata de la Iglesia “Luz del Mundo Trinitaria”, fundada por el pastor Jaime Banks Puertas, primeramente en Venezuela, y posteriormente en toda Latinoamérica, y en algunos países de Europa).
Entre los muchos comentarios que las personas hicieron sobre el artículo publicado, me llamó la atención el siguiente, el cual transcribo textualmente:
“Soy miembro de la Iglesia del Dios Vivo Columna y Apoyo de la Verdad y quiero decirles que no me avergüenzo de la fe que tengo y que desde pequeño recibí de mis padres. Yo jamás he visto nada que ponga en entredicho la honorabilidad de mi padre en la Fe y no me da pena decir que soy SU HIJO EN LA FE.
Si él tiene autos y casas, y yates y tiene fiestas donde le damos todo lo que tenemos, y si aún nuestras vidas se las diéramos a ustedes qué? en que les afecta? cuanto les pedimos que hagan cooperación para darle los lujos que tiene? no tenía el rey Salomón una fortuna cuantiosa que nadie podía contar? no tenía como Ungido del Señor muchas esposas y concubinas sin número? Si para nosotros es un rey como Salomón o un enviado como Cristo a ustedes en que les afecta? dejen de hablar sin saber, nosotros lo amamos como a un rey y no importa que tenga título de doctor o que no lo tenga, de todos modos le daremos todo lo que tengamos, por el tenemos la vida y por el somos lo que somos. Y que con la Biblia? la Biblia es solo un Libro que no sirve sin un verdadero UNGIDO. Sin un enviado la Biblia solo es un buen libro, pero cuando hay un ungido entonces se vuelve un libro santo cuando él lo utiliza para hablar la palabra de Dios. Ustedes creen que todo está en la Biblia, no es cierto. SAMUEL JOAQUIN ES NUESTRA BIBLIA. Si destruyeran todas las biblias del mundo no tenemos miedo porque tenemos a uno que puede hacer una biblia nueva y que no está sujeto a ella actualmente. Como apóstol y siervo del Señor puede anular inclusive mandamientos que ya en la Biblia hay, al fin, puede recibir nuevas revelaciones ahora. Eso es lo que nos llena de orgullo, que ustedes pueden andar errantes sin dirección y sin pastor, pero nosotros tenemos al que Dios ha elegido. El puede dar mandamientos nuevos, el puede disponer de nuestras vidas, nos le debemos, es el aliento de nuestras vidas como dice un himno que canta el coro.
Les aconsejo que dejen de hablar porque no tarda el castigo del Señor grande y temible para todos ustedes. Gracias a Dios yo he creído en él y no me importa que me digan samuelita, lo soy con orgullo y a donde vaya diré que creo en un Siervo de Dios y que él es mi Padre en la fe, mi respiración, mi biblia y mi salvador y mi todo.
No espero que lo entiendan porque el dios de este siglo tiene cegados sus corazones para no verlo como lo que es. En él vemos a DIOS Y VEMOS A Cristo. Que les duele????
Dios tenga piedad de ustedes".
En las declaraciones anteriores, son tan evidentes las herejías contra Dios y contra su Palabra, que ni siquiera necesitan explicaciones. En forma descarada, esta persona está diciendo que las declaraciones de un hombre están por encima de la Palabra de Dios, y que ésta cobra valor, cuando hay un hombre ungido que le asigna ese valor. Además, afirma que un hombre puede anular mandamientos de la Palabra de Dios, y crear otros nuevos.
Es lamentable que haya personas con un concepto tan indigno de las Escrituras. En casos como este, la ignorancia y la ceguera espiritual son tan evidentes, que no requerimos de ningún esfuerzo para detectar el engaño.
Pero, ¿no es acaso la misma actitud que está presente en una forma sutil e imperceptible, dentro de muchas iglesias que se proclaman de sana doctrina? ¡Sorpréndase! esta misma actitud puede estar presente en cristianos con preparación intelectual, en maestros bíblicos, e incluso en muchos de nuestros sistemas teológicos.
Algunas de las formas comunes en que tratamos las Escrituras indignamente, son las siguientes:
1) Rebajar la Palabra de Dios al nivel de nuestros prejuicios
Coloque usted cualquier tema doctrinal en la mesa de discusión, y encontrará concepciones totalmente opuestas. Cada grupo presentará unos textos bíblicos sobre los que sustenta sus creencias, y cada uno acusará al otro de no aplicar una sana hermenéutica en la interpretación bíblica. ¿Quién tiene la razón? Ciertamente alguno de los dos estará equivocado, o puede que ambos lo estén. La raíz del problema muchas veces no está en las reglas hermenéuticas. La mayoría de las veces el problema está en el corazón. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9)
Casi sin darse cuenta, cuando una persona se acerca a estudiar las Escrituras, puede llevar colocados los lentes del prejuicio. Esos prejuicios son nuestras ideas preconcebidas o nuestra opinión personal.
Cuando Samuel le declaró la Palabra de Dios a Saúl, le dio instrucciones precisas de herir y destruir a Amalec y a todo lo que tenía. Las instrucciones eran sencillas y claras. Pero Saúl no pensaba igual. Pasó las instrucciones de Dios por el filtro de su propio esquema mental, y concluyó que era mejor si se perdonaba lo mejor del ganado para ofrecer sacrificios a Dios. Tal osadía le costó el ser desechado por Dios. Fue el inicio de muchas tragedias en la vida de Saúl.
El Señor nos advierte que “ninguna profecía es de interpretación privada” (2Pedro 1:20).
2) Ser selectivos con la Palabra de Dios
Es decir, tomar las partes que nos gustan e ignorar o desechar las partes que no encajan con nuestro esquema doctrinal. La secta de los testigos de Jehová no ha tenido ningún problema en quitar o tergiversar un sinnúmero de versículos que no son compatibles con sus doctrinas. De igual manera, los de la secta “creciendo en gracia” al darse cuenta que por lo menos había 52 libros de la Biblia que no armonizaban con sus doctrinas, sencillamente los desecharon.
Asegurémonos de no estar haciendo lo mismo. Si hay algo en la Biblia que no encaja con nuestras creencias, revisemos entonces nuestras creencias. No ceda a la tentación de forzar las Escrituras para que digan lo que no están diciendo. No las deseche, aunque no le guste lo que dicen. Revistase de humildad, y reconozca que “nuestra es la confusión de rostro”.
3) Interpretar la Palabra, no a la luz de lo que el Espíritu Santo dijo a través de los escritores bíblicos, sino a través de lo que nos han enseñado nuestros maestros
Cuando creemos que estamos proclamando y defendiendo la Palabra de Dios ¿no estaremos proclamando nuestras propias opiniones? ¿No estaremos defendiendo razonamientos humanos que hemos recibido de líderes y maestros? ¿No estaremos defendiendo un sistema teológico que está fundamentado sobre premisas que pueden ser falsas, o parcialmente correctas, pero mal enfocadas?
Los sistemas teológicos, tienen una cierta lógica dentro de sí. Normalmente forman un cuerpo de doctrina que se desprende de una premisa básica. Una doctrina, lleva lógicamente a otra. Si cada una de ellas se sustenta en versículos forzados o mal interpretados, tendremos unas personas convencidas que pelearán creyendo defender la Palabra de Dios, cuando en realidad están engañadas por el error.
A pesar de que todo el Antiguo Testamento habla de Cristo, los fariseos lo rechazaron, sencillamente porque no encajaba dentro de su errado sistema teológico.
¡Tengamos cuidado! No sea que al igual que ellos, seamos hallados luchando contra Dios.
Seamos como los creyentes de Berea. Examinemos todo lo que leemos y lo que nuestros maestros nos enseñan, para ver si estas cosas son así.
4) Dar por sentado que la verdad revelada es lo mismo que la verdad aplicada.
Una persona puede tener un conocimiento intelectual acerca de una verdad. Pero puede que ese conocimiento se quede en su mente, sin que esa verdad se convierta en una experiencia vital en su vida.
El apóstol Pablo decía: “… y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo”. (1 Corintios 12:3)
Cualquiera puede repetir como un loro que Jesús es el Señor. Aunque esa es la verdad más gloriosa que podamos conocer, sólo pueden expresarla con real convicción y siendo consecuentes a ella, aquellos a quienes el Espíritu Santo ha revelado en sus corazones esa verdad. No es lo mismo conocer acerca de la verdad, que ser impactados por ella.
Esta forma de engaño, en la cual se confunde la verdad revelada, con la verdad aplicada, A.W. Tozer la llama el error del textualismo. A continuación doy la palabra a Tozer, quien en forma clara y precisa, expone la naturaleza de este error.
“El terror del textualismo no es doctrinal. Es mucho más sutil que eso y mucho más difícil de descubrir; pero sus efectos son mortales. El problema no era sus creencias teológicas, sino sus suposiciones.
Esta da por hecho, por ejemplo, que si tenemos la Palabra para una cosa, tenemos en sí la cosa. Si está en la Biblia, está en nosotros. Si tenemos la doctrina, tenemos la experiencia. Si algo fue verdadero para Pablo, lo es necesariamente para nosotros porque aceptamos que las epístolas son divinamente inspiradas.
La Biblia nos dice cómo debemos ser salvos; pero el textualismo va más adelante y hace decir a la Biblia que nosotros somos salvos; algo que por su misma naturaleza es inadmisible.
La seguridad de la salvación individual es desde este punto de vista, una conclusión teológica extraída de premisas doctrinales y el resultado de una experiencia estrictamente mental.”[15]
Al interior de nuestras iglesias en América Latina, se congrega un incalculable número de creyentes y ministros irredentos, que han aprendido a practicar una cultura evangélica, pero no les ha resplandecido la luz del evangelio de la gloria de Cristo.
“Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo”. (1 corintios 15:33).
TRATANDO LAS ESCRITURAS CON INTEGRIDAD
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” 2 Timoteo 2:15
Tratar las Escrituras con integridad requiere, interpretar con integridad, y predicar un mensaje integro. Un mensaje íntegro tiene las siguientes características:
El mensaje íntegro es Cristocéntrico 1 Corintios 15:1-4
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. (1 Corintios 2:1)
En forma particular, me dirijo a todos los que de una u otra manera desempeñan la labor de la predicación, para recordarles: Dios no está buscando personas cuya finalidad sea entretener al pueblo de Dios diciéndoles lo que ellos quieren oír. Nuestro compromiso en la predicación ha de estar enfocado en exaltar a Cristo; Él ha de ser el eje sobre el cual gire toda predicación. Cualquier cosa que tenga una finalidad diferente a ésta, no se puede considerar como Palabra de Dios.
El mensaje integro es completo
Para mi propio asombro, he escuchado a predicadores que ridiculizan a las personas que en sus oraciones humildemente terminan diciendo: “…Si es tu voluntad Señor”.
“¡Cómo no va ser la voluntad de Dios! (les dicen) ¡Por supuesto que es la voluntad de Dios; su deseo es bendecirte, sanarte, prosperarte; si dices: ‘hágase tu voluntad’, estás dudando de su deseo de darte lo que Él compró para ti en la cruz del calvario!”
Luego le citan a la pobre y confundida alma el versículo de Mateo 21: 22 que dice:
“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”.
Por supuesto que esto es verdad, pero no es toda la verdad. Porque también la Escritura dice:
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. (1 Jn.5:14-15)
El mensaje íntegro descansa sobre dos sólidos fundamentos: ‘Escrito está’ y ‘Escrito está también’. El mensaje íntegro no está polarizado en unos pocos temas preferidos según el gusto personal de cada quien. El mensaje integro es completo y debe abarcar ‘todo el consejo de Dios’.
“Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (Hechos 20:26-31)
El mensaje integro es puro y sin mezcla
“El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová”. (Jeremías 23:28)
Si nos tomáramos el trabajo de quitar toda la paja de lo que predicamos, ¿Cuánto quedaría de la Palabra de Dios? Quizá muy poco, o tal vez nada.
El mensaje íntegro no utiliza un mensaje ficticio como cebo para atraer a la gente. No promete lo que Dios no ha prometido. No presenta a Cristo como una mercancía.
“Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”. (1Tes. 2:3-4)
Conclusiones
Uno de los padres de la iglesia, citado por Warren W. Wiersbe dice que “la iglesia es muy semejante al arca de Noé: Si no fuera por el juicio afuera, nadie soportaría el mal olor adentro”
Esta es una declaración fuerte, pero tiene mucho de cierto. No está definiendo la naturaleza de la iglesia, pero si está describiendo su estado. Por mucho tiempo hemos permanecido expuestos a los malos olores dentro de la iglesia, hasta el punto, que nos hemos adaptado a ellos. Nuestra sensibilidad para reaccionar ante las manifestaciones del pecado, se ha disminuido considerablemente.
La integridad cristiana puede contrarrestar los males espirituales de América Latina de varias formas:
1) Siendo luz en medio de la tinieblas
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16)
La gente está cansada de tanta falsedad dentro de la iglesia. Para muchas personas, los pocos contactos que han tenido con ella, les han resultado decepcionantes. No es momento para excusarnos, es tiempo de arrepentirnos.
Latinoamérica se encuentra asentada en tinieblas, urgida del resplandor de la gloria de Cristo. Como vasos de barro, a los que nos ha sido concedido el privilegio de ser contenedores del tesoro del evangelio, vivamos a la altura de tan alto llamamiento: ¡Seamos la luz del mundo!
Es menester que cada cristiano se convierta en una carta de carne y hueso, donde todos puedan leer un mensaje íntegro acerca del poder transformador y vivificador del evangelio.
2) Llevando el olor del conocimiento de Cristo
“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento”. (2 Corintios 2 14)
¡Cuánta necesidad a nuestro alrededor! ¡Cuánta desesperanza! ¡Cuánto sufrimiento! Por doquier se respira los olores putrefactos de la impiedad. Vivimos en medio de una permanente atmósfera de desobediencia. Cuánta falta hace que haya cristianos decididos que salgamos más a menudo de los templos, para ir a llevar un poco ‘del olor del conocimiento de Cristo’; que cumplamos con nuestro compromiso de ‘dar de gracia lo que por gracia hemos recibido’ que cumplamos con nuestra función de ser sal de la tierra, a fin de salar las heridas morales que mantienen enferma a América Latina.
3) Predicando la Palabra de Dios con integridad
Como embajadores de Cristo tenemos la responsabilidad de testificar enérgicamente de Cristo y presentarlo como la solución a todos los males que nos aquejan; de reprender las obras infructuosas de las tinieblas; de anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable; de salir debajo del almud, para resplandecer en medio de una generación mala y perversa, a fin de que por nuestro testimonio, Dios sea glorificado. Quizá por medio de ello, Dios tenga misericordia, para que Latinoamérica ‘vuelva en sí’ y se arrepienta de sus malos caminos.
“Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Oh alma mía, dijiste a Jehová: tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti. Para los santos que están en la tierra, Y para los íntegros, es toda mi complacencia. Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios”. (Salmo 16:1-4)
“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón”. (Salmo 15:1:2)
Posdata
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